20090808

¿Cuál es su emergencia?



-No, no, no. No es miedo. Es una sensación diferente. He estado acostumbrado a tratar con el fuego desde pequeño, ¿sabe?, mi padre era bombero y a los 4 años disparé mi primer extintor.
-¿Y qué sensación le provoca entrar a un edificio en llamas?
Martín se quedó pensativo. A su cabeza llegaban imágenes del incendio de dos días antes: las vigas cayendo del techo, el humo negro cual siniestra neblina inundando cualquier espacio, los gritos como guía y el calor… un insoportable calor.
-No tengo ninguna sensación. Sigo órdenes. He sido entrenado para este trabajo. Si me diera el lujo de sentir no podría ayudar a quien lo necesita.


La doctora Reyes suspiró en señal de cansancio. Las reuniones semanales con el cuerpo de bomberos no estaban resultando tan productivas como esperaba. Lo que había iniciado como una prestación interesante para todos los que arriesgaban su vida periódicamente, hoy era motivo de burla entre los empleados e incluso considerado debilidad. Difícilmente lograría que Martín expresara sus emociones, pero era evidente que algo estaba alterando al bombero.


Martín dejó el consultorio apresuradamente y se dirigió a la cafetería más cercana. Sacó su mano del bolsillo en el que había permanecido toda la consulta y observó que aún le temblaba involuntariamente. Se sentó en una mesa de la esquina y cerró los ojos. La única imagen que aparecía en su cabeza, eran unas inmensas llamas que lo perseguían. No lo rodeaban. No seguían su habitual patrón. Estaba convencido de que en el incendio pasado, las había visto seguirlo.


Sacó de su bolsillo una caja de cerillos y encendió uno. Se quedó viendo fijamente la pequeña llama amarilla y azul que se formaba con fuerza y se extinguía con rapidez.
-Imposible que el fuego me haya seguido-, dijo para sus adentros y salió de la cafetería rumbo a la estación de bomberos.

****************


La alarma sonó al amanecer. En un segundo, toda la estación se contagió de un sonido chillante al que Martín nunca se había acostumbrado. El movimiento empezó de inmediato y un minuto más tarde, se escucharon las primeras sirenas alejándose por la calle. Tal como Martín le había dicho a la doctora la tarde anterior, todos los bomberos actuaban de forma automatizada. Su concentración absoluta en el ritual que representaban, los hacía simular una especie de baile sincronizado, cuidadosamente ensayado.


Martín iba en el segundo camión y mientras avanzaba a toda velocidad, alzó su cabeza al viento intentando distraer el temblor de la mano derecha que había regresado al mismo tiempo que sonó la alarma en la estación.


La alerta provenía de una tienda de disfraces en la colonia Roma. La parte superior del edificio se rentaba para ensayos de una pequeña compañía de teatro que se encontraba en el lugar al momento del incidente. El local estaba repleto de máscaras, pelucas, vestuario, accesorios y maquillaje por lo que era altamente inflamable.


La imagen era aterradora; sin embargo, los personajes ardiendo tras las ventanas, le daban un carácter aún más escalofriante. Justo en el segundo piso ardía un guerrero romano, que se derretía al interior de su armadura; al lado, la Bella y la Bestia se identificaban sólo por sus pelucas, pues el resto de su ropa era un puñado de cenizas a sus pies.


Martín bajó del camión y escuchó las instrucciones del jefe de bomberos con la mirada fija en la armadura que ahora no tenía nada en su interior. Por su experiencia y rango, sería responsable de liderar al equipo que subiría al tercer piso a rescatar a los actores. Martín respiró profundamente y revisó una vez más todos los broches de su traje, cargó manguera y emitió un solo disparo. Todo estaba en orden. Volteó con el bombero novato que se le había asignado y que lo miraba con admiración.
-¿Tienes miedo?-, le preguntó en tono comprensivo
-Sí-, respondió el novato sin dudarlo
-Bien. El miedo te mantendrá vivo. Tan pronto subamos intentaremos abrir un camino a las ventanas. Ahí estará alguien esperándonos y nos ayudarán a bajar a las víctimas. Yo bajaré de nuevo por la escalera ¿entendido?
-Entendido

Avanzaron hasta la puerta principal y justo antes de ingresar al edificio, Martín volteó y le dijo al novato.
-Yo también tengo miedo
-¿Qué?-gritó el novato mientras se alejaba por la escalera.

Martín subió tras él y descubrió que la mano le temblaba con más fuerza. Se concentró en su trabajo y de manera eficiente empezó a desaparecer el fuego a su paso. Poseía una gran habilidad para encontrar el origen del incendio y armar un camino seguro hacia la salida, así que con su natural destreza empezó a avanzar hacia los ventanales. Pudo ver al fondo que el novato llevaba a alguien en brazos y con esfuerzos lograba llegar al equipo de rescate que lo esperaba.


Al regresar la vista a su camino vio con sorpresa, como las llamas habían crecido desproporcionadamente y lo tenían rodeado. Al fondo de la habitación seguía la armadura romana y le pareció incluso ver que se levantaba y se le acercaba. Intentó apagar las llamas que tenía más cerca al cuerpo, pero fue inútil; su mano no le respondía. Sintió un aliento de dragón quemándole el traje y un fuerte dolor lo impulsó a gritar, pero también fue en vano, su voz no respondía. Cayó al piso como una tabla de acero: tieso completamente y su mano inerte asida aún a la manguera.

Vió como la armadura romana caminaba hacia él, ahora con piernas humanas; un desgarrador grito salió del hueco de la cabeza. El novato corrió hasta ellos y los rodeó en un polvo blanco que extinguió el fuego por completo. Entonces, de la armadura salió un actor quejándose de intensos dolores por las quemaduras.

Martín en cambio, siguió tendido en el piso, sin poder moverse, sin poder hablar, sin parpadear y extrañamente sin dolor. Intentó mirar a su alrededor, pero tampoco pudo girar su cuello. Sintió un hoyo en la panza y una gota de sudor frio recorriéndole la espalda. Miedo. Sintió un profundo y estremecedor miedo.

Escuchó que el novato se acercaba y lo levantaba, dejándolo de nuevo en una posición erguida. El novato lo miró a los ojos y exclamó:
-Este maniquí luce muy asustado.

Mientras se alejaban por la escalera los escuchó preguntar: ¿alguien ha visto a Martín?

4 comments:

Anonymous said...

Vaya final!!! La profesión de bombero no es lo mío.

Un saludo

SM said...

WOW!!!!

ME ENCANTÓ!!!!!!!!!

Tienes un lado oscuro... MUY oscuro!

Te juro que tengo piel de gallina todavía!!!!

Loris Lane said...

Bardina, coincido... un bombero debe de tener mucha vocación para dedicarse a eso.

SM, no es tan obscuro, tu bien lo sabes.. jeje

Abrazos!

Le Fay ʚïɞ said...

jaaaaa esta parte de ti me encanta!! jajajajaja y esto de ser bomberos... el fuego no va conmigo... bueno hay una clase de fuego q si jajajajaa
un beso grande!!